De estas calendas (1437) es el documento por el que se arrienda
por cuatro años la venta del azabache de las cuatro sacadas de Asturias a Juan
de Amandi. Y la merced al doctor Maldonado de Talavera, en 1475, de los
derechos del diezmo viejo y alcabala sobre el hierro que se labrase en las
herrerías de Asturias, la cual se revocará años después.
Durante el siglo XVI,
aparecen las primeras referencias escritas correspondientes a la minería
asturiana. La razón de este hecho se debe, principalmente, a la obligatoriedad
de solicitar el permiso, privilegio, de explotación conforme a la legislación
vigente, y consecuente reflejo en las cédulas reales que autorizan a los
particulares solicitantes el beneficio minero correspondiente. La documentación
pertinente, recogida en el archivo de Simancas (Valladolid) y que el capellán
Tomás González, incluye en su “Registro y relación general de minas de la
Corona de Castilla” son la fuente, el testimonio prácticamente único, que
permite el conocimiento de este periodo (5).
La primera noticia, digna de
crédito (6), respecto a la existencia de hornaguera en Asturias, está dada por
el caballero Antonio de Lalaing, señor de Montigny, quien en 1502, de camino
para Santiago, señala que el 25 de Enero, viernes, se alojaron en San Salvador
de Oviedo, capital de Asturias, de la que, a distancia de dos leguas hay minas
de cristal (de roca) y a cuatro leguas hay minas de carbón de piedra (7). Lo
anterior indica claramente que bien alguien le informó sobre su existencia, o
de propio visu denotó la presencia de
vetas carboníferas; en todo caso su testimonio atestigua la existencia conocida
de las mismas.
La primera nota al respecto
es la concesión, merced, de explotación, en 1512 (18/1) de un minero de hierro
y otros metales, sito en Avilés, al repostero de Cámara de S.M., Pedro de
Porras (8). Años más tarde aparece una nueva referencia asturiana con la RC. de
31/3/1525, por la que se hace merced de juro al gran canciller Mercurino de Gattinara,
“de los mineros de oro, plata, hierro, cobre, latón, azul, azogue, bermellón,
alumbre, cardenillo y otros metales del reino de Galicia y Principado de
Asturias en Oviedo, pagando la décima parte a S.M.”. Derivación de la misma
causa serán diversos documentos, suscritos un cuarto de siglo después, para
resolver diversas causas generadas por el uso de esta prebenda, al
fallecimiento de Gattinara.
(5) La mayoría de los
tratadistas del tema utilizan como documento de trabajo el libro de Tomás
González (1832). Yo mismo, en Septiembre de 2008, realicé la lectura y
acotación del mismo. Siguiendo a Luis Adaro Ruiz, se desprende que el tomo I,
de “Datos y documentos…” recogió el material propio de la recopilación de
González, cuyo libro obraba en su biblioteca: Sin embargo, en el tomo III,
aparecen diversas entradas referidas a la cuestión, que señalan claramente su
trabajo de investigación en el archivo de Simancas. El resto de los autores,
exceptuando el desconocido escrito de “Minas antiguas de Asturias y León” quien
parece haber recogido la documentación aportada del propio archivo
-“Antecedentes de concesiones mineras en Asturias y León, durante los siglos
XV, XVI y XVII, tomados de documentos existentes en al Archivo de Simancas”- se
nutren del citado Tomás González o de referencias recogidas en otros autores;
de ahí la reiteración que se produce de algunos errores.
(6) Dice Casariego (1974,
Pág. 107): “La noticia más antigua que he podido pesquisar relativa al carbón
asturiano data de fines del siglo XV. Por estas fechas el fraile carmelita Fray
Agustín Moreno (sic), del convento de Valladolid, descubrió y hasta parece ser
que benefició, un yacimiento superficial en el lugar de Arancés, en el concejo
de Castrillón”. Sobre la cuestión señala que la versión está recogida en
Aramburu y otros autores, que cita en una nota. Aramburu en su Monografía de
Asturias (Colección Biblioteca Histórica Asturiana, edición 1989, Pág. 201),
trata el tema del siguiente modo: “Refiérese que a fines del siglo XV, Fr.
Agustín Montero, de la Orden de los Carmelitas de Valladolid, descubrió una
mina en Arancés, Castrillón, y cargó por mandato del rey dos navíos para
Portugal, unido entonces a España”. El propio texto de Aramburu resalta el
error: Portugal y España estuvieron unidos a partir de 1581, fecha en que las
cortes portuguesas reconocieron a Felipe II como rey de Portugal; es decir,
Aramburu se confundió en un siglo al datar el hecho que, por otro lado,
coincide, como se señala en el texto, con los descubrimientos de Agustín
Montero.
(7) Recogido de Casariego
(1974), Pág. 107 y 108. Igualmente en Mases (2001) TI. Pág. 9 y 10 y T. III
Pág. 1275.
(8) Recogido de Maffei - Rua Figueroa (1871).
T II. Pág. 397 y también Adaro (1973). Pag.3 y Adaro (1989). Pág. 24.
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